En la rama de un árbol, bien ufano y contento, con un queso en el pico estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído un zorro muy maestro, le dijo estas palabras, o
poco más o menos: «Tenga usted buenos días, señor Cuervo, mi dueño;
vaya que estáis donoso, mono, lindo en extremo; yo no gasto lisonjas, y
digo lo que siento; que si a tu bella traza corresponde el gorjeo, juro
a la diosa Ceres, siendo testigo el cielo, que tú serás el fénix de sus
vastos imperios.»
Al oír un discurso tan dulce y halagueño, de vanidad llevado, quiso
cantar el Cuervo. Abrió su negro pico, dejó caer el queso; el muy
astuto Zorro, después de haberlo preso, le dijo: «Señor bobo, pues sin
otro alimento, quedáis con alabanzas tan hinchado y repleto, digerid
las lisonjas mientras yo como el queso.» Quien oye aduladores, nunca
espere otro premio.
Moraleja: desconfia de los desconocidos...
pequeña aportacion al foro de fabulas